viernes, 5 de octubre de 2012

¡El café sin azúcar por favor!

La terraza estaba casi vacía, el humo de algunos cigarrillos moribundos revelaba lugares otrora ocupados, las sillas mal acomodadas estorbaban el paso, había tomado la decisión de sentarse en aquella mesa de la esquina, la de los recuerdos, la de las memorias, el lugar lucía habitual, la misma gente amable y atenta, los mismos olores deliciosos que se escapaban como todas las mañanas de la cocina activa, produciendo delicias temporales, veía las mismas caras amodorradas; Se quitó el abrigo y lo colgó en el respaldo de la silla que se encontraba a su derecha en un intento de abrazo que homenajeó el recuerdo de ella, tomó la carta del menú sin mucha intención, por inercia, en realidad simplemente iba a tomar un café, leyó sin mucho interés los titulares de los diarios y se dispuso a escribir:

Ella lo miraba deseosa de conocer las verdades que le costaba trabajo entender, en su mente los recuerdos agazapados y temerosos le pedían prudencia, y si bien el ánimo parecía ser el de aquella persona que después de confesar un profundo secreto no encuentra la respuesta esperada, se mostraba algo ansiosa y sin tino en las palabras, inhaló suavemente con el aire viciado de aquella capital viva y como si se tratase del humo de un cigarrillo invisible exhaló, ella ya no lo amaba, él lo sabía, lo supo desde aquella noche que tomó su mano mientras caminaban en el parque en sus acostumbrados paseos reconciliadores, la tarde que precedía había sido armonizada con una pelea por demás intensa y hasta azarosa, como suelen ser todas las peleas, la causa no era precisa ¿cuándo lo es? pero las verdades se asomaron y las palabras como dagas abriendo heridas antes cicatrizadas a fuerza de tiempo y madurez, se lanzaron reproches de un lado al otro resquebrajando un tanto el respeto y sin zozobra alguna se hirieron, pero como siempre hacían guiados por algo que se parecía tanto a un acto que a fuerza de repeticiones se empezaba a volver costumbre, esa tarde- noche salieron a caminar juntos, sin decirse nada, el silencio siempre había sido el mejor de los mediadores, pero aquella noche cálida, con manjares de estrellas relucientes y bellas, tomados de la mano él la sintió diferente, no sé si por la fuerza menguante de ella, o por la piel helada sin estarlo, la detuvo debajo de aquella fuente iluminada y de agua quieta y sin más preguntó lo que no quería saber ¿Aun me amas? ella le devolvió la respuesta en una mirada desviada, y a continuación le confeso que no, trató de explicar y justificar con todos los pretextos por los amantes conocidos, refugiándose en lugares comunes: falta de tiempo, celos, llantos, soledad, y una retahíla sin sentido, no había otra explicación, ella estaba enamorada de otro hombre, él estaba destrozado, porque aunque lo sospechaba aun se refugiaba en esa tonta condición humana llamada esperanza, terminaron la caminata nocturna ya entrada la madrugada, pues es de todos conocido que confesar el desamor implica más tiempo del estimado, pues el dolor se disuelve lento a diferencia del amor que se consume al instante, regresaron a la casa y en medio de un ambiente enrarecido hicieron el amor, era pues el fin de una relación que inició y concluyó madura como la muerte.

Cerró el cuadernillo donde escribía, y se cuestionó su calidad como escritor, siempre lo hacía, se quedó pensando en los personajes creados, en sus motivos y no encontró ninguno palpable, sólo le parecían banalidades, pensó en romper las hojas, pero como sucedería en anteriores ocasiones no lo hizo, se consoló pensando en su propia historia, esperando encontrar ahí la motivación o en su defecto la des motivación que le ayudara a continuar su novela, se perdió en lo enredado de sus ideas y al tiempo se percató que el café estaba frío y lo apuró de un sólo trago, un anuncio espectacular reclamó su mirada, el anuncio no tenía nada de extraño, se mostraba a una bella modelo abrazada por la cintura por un tipo bien parecido y de físico envidiable y se recordó así mismo que no debía postergar sus planes de hacer ejercicio, la modelo le recordó a ella, tenía su mirada, se sintió nostálgico y no quiso evitar una lágrima que le mojó el alma y los recuerdos, el amor que vivía por ella estaba lleno de excesos, siempre lo estuvo, todo con ella se tornaba superlativo, amor, deseo, llanto, dolor, pero ahora estaba perdido, se olvidó de sentir, como si le hubiesen cortado de tajo el sistema límbico, desde entonces cada día se levantaba solo para morir un poco cada vez.

Abrió nuevamente el cuadernillo:

Él con la parsimonia de siempre la contemplaba callado, exhausto, cansado de amarla de forma tan literal, desnuda de los hombros y media espalda con el cabello cubriendo la mitad de su rostro, cabellos que minutos antes se mecían descontrolados y ahora yacían como yacía el amor de ella, pensó en lo que haría sin ella, se cortaría el cabello y se dejaría la barba cerrada como siempre había querido y por respeto a ella no lo hacía, cambiaría de rutina, se daba el consuelo barato pero eficaz del mañana, le propondría ser amigos pero descartó esa idea de inmediato, los amantes nunca podrían serlo, se contó una historia de su propia vida en donde se veía exitoso, donde trataba de olvidar el amor, el intenso amor que sentía por ella, pensó también en su nueva condición de soltero, buscaría cuerpos hermosos, los imaginaba enredados en las nuevas sábanas que compraría a la mañana siguiente, cientos de nuevos amores todos ellos furtivos; El reloj apuntaba las 02:50 se dispuso a dormir y lo conseguiría casi una hora más tarde, el llanto lo mantenía despierto. 

La mesera lo interrumpió ofreciéndole más café, esta vez rechazo el ofrecimiento, la mañana se estaba consumiendo y aun tenía que pasar con la editora para conocer las novedades, sacó la billetera y dejó una buena propina, estaba decidido, ella tenía que morir, un suicidio, un accidente pero no un asesinato, o quizás, pero no parecía tan buena la idea, en definitiva tenía mucho que pensar, pues matar a un personaje debe ser tan doloroso y a la vez tan artístico que si no te arranca un par de lágrimas no vale la pena. 
Tomó el abrigo y con un profundo suspiro echo una última mirada a la modelo del espectacular, después se perdió en la multitud de la gran ciudad.



5 comentarios:

  1. Una daga...el desamor...la desilusión....dejar de sentir...una venganza...y al final respirar quema, recordar mata. Gracias por tus letras, todo un placer.

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  2. Entre esa multitud.. sabia que nunca volveria a la realidad...

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  3. PD: un par de lagrimas para tus lineas, un suspiro, un dolor...por hoy gracias

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  4. Mil gracias por leerme y un millón de disculpas por tenerlos tan abandonados.
    Espero seguir contando con el honor de su lectura.


    ¡GRACIAS!

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  5. Leerte implica concer tu interior. Aun no soy tu fan, quisiera serlo sin fingir. Te seguire leyendo💔🖤

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