Un sueño ...

Vanal pensar en la concepción como un acto de penetración, se percibe grosero, tosco, brutal e incluso epicúreo, miles de organismos luchando por ser el mejor, por llegar primero, por invadir un espacio hasta ese momento reservado desde años jóvenes, divisiones, multiplicaciones, orientaciones, migraciones, procesos desconocidos e inevitables una vez sembrada la semilla de la vida, pensar en la formación paulatina de un organismo independiente muchas veces me ha arrancado un par de lágrimas y pueden llamarme romántico pero ese pensamiento es supremo e intocable, protegido en el sagrado vientre materno como un reservorio perfecto, ideal, único y pluripotencial, cambios corporales evidentes preparados para recibir a ese ser, la comunión perfecta del amor, él no eligió nada en absoluto, ni su sexo, ni su color de piel o de ojos, eso es un juego azaroso resultante de miles factores externos e internos, perfecto o imperfecto pero ya está aquí, con un acto brutal llamado parto descubre por primera vez un mundo extraño, indiferente hasta ese momento para él, con el tiempo aprenderá cientos de buenos y malos hábitos, repeticiones históricas muchas de las veces, limitaciones y frustraciones, pero hay cosas que no son necesario aprenderlas: llorar, reír, defecar, comer, sobrevivir esos son instintos inherentes, procurar todo para esa personita tan significante, sacrificios, luchas internas, luchas externas, dolor mucho dolor, miedos justificados, frustraciones permanentes y constantes, imágenes de un ser perfecto  que no lo es ni lo será por la propia naturaleza humana.

Cuando pienso en todo eso me doy cuenta de todo lo que me puedo perder y un dolor profundo como miles de agujas penetrándome la piel simultáneamente me invade, me hace llorar y me hace orar para tener al menos esa posibilidad.