lunes, 31 de octubre de 2011

El árbol y el hombre ...(1era parte)

     Cierta vez estaba yo cansado de un viaje no solicitado pero emprendido tan necesariamente como la propia desventura que me llevo a aquélla travesía de la cual no contaré hoy, pero me sentía agotado, con el ánimo encendido pero el cuerpo rendido ante su propia naturaleza decidí sentarme bajo la sombra de un árbol, después de pasado un rato y quizás una breve siesta comencé a inspeccionar visualmente el área y me di cuenta que el  árbol en el que permanecía sentado era totalmente diferente a todos los demás, un árbol grande sí, pero imponente, no tan alto ni tan grueso, pero de una presencia eterna y dolorosa.

     Un hombre que pasaba por ahí me saludo con una cortesía campirana y me tendió la mano misma que accedí  y me levanté para corresponder la atención, y con una mirada sencilla me contó la historia del árbol en el que me encontraba: El hombre me contó que hubo en alguna ocasión del tiempo, un instante que quizás no existió, un tiempo sin formas ni lineas, fue pues que existió por obra de la naturaleza un hombre que nació SOLO, no tenía padre ni tenía madre, simplemente era un hombre SOLO, se encontró despertando de una ensoñación que duró tanto o tan poco como su aliento, el hombre SOLO se alimentó de la sabia de los árboles, de la humedad de su suelo, de sus frutos maduros y creció, se dice que no hay mejor madre que la naturaleza y entonces pues se podrán dar cuenta de lo afortunado que fue este hombre, los otoños pasaban y el hombre SOLO crecía, mamaba de los árboles la inteligencia de la savia y la inquietud de su curiosidad, reclamando lo aprendido el hombre SOLO poseía una rauda inteligencia y una interminable curiosidad, por este hecho las preguntas de su mente formuladas eran directas y sencillas pero de una respuesta indescifrable.

     El hombre SOLO no tenía nombre, no conocía reglas sociales ni morales, no estaba atado a etiquetas, era un hombre libre, un hombre nacido en la naturaleza y para la naturaleza, todo lo que conocía era digno de admirarse, estudiarse y aprenderse, pasaba horas y días cuestionando cada una de las acciones del universo, el color del llanto, la fuerza de sus gritos, la caída del sol ante la dama blanca, la razón de las estrellas, la pasión del aire y su independencia, porqué llora el cielo, porqué ríen las montañas, se podía pasar toda la eternidad con aquellas preguntas de las cuales nunca obtenía respuesta y sin embargo las sabía.

    En uno día cuando el mundo parecía descansar en una respiración sutil, el hombre SOLO descubrió que junto a él había una pequeña insinuación de algo que pudiera llegar a ser un árbol, así que decidió cuidar de él, lo abasteció de calor, agua, cariño y atención, y entonces empezó una estrecha relación entre el árbol que crecía y el hombre SOLO, una relación filial se podría decir, y como era esperado las emociones siempre se pondrían a prueba, el tiempo era diferente, sin medidas ni límites como ahora, entonces el tiempo era algo subjetivo y tal cual sucedió que el árbol con los cuidados recibidos y de tan buena mano comenzó a tornarse un árbol de raíces fuertes, ramas grandes y seguras, y el hombre se admiro, aplaudió sus cuidados y abrazó al árbol que crecía y crecía, nunca le faltaba nada y la relación simbiótica prosperó.

     La vida es un capricho del tiempo y sus pretextos, el hombre SOLO no podía dejar de admirar a su creación, tan majestuosa quizás como él mismo, entonces fue tal el compromiso que olvidó por un buen rato las infatigables preguntas y dudas acerca de las cuestiones del universo, así pasaban los tiempos, orgullosos cada uno de su propia existencia, pero el árbol crecía y parecía no tener el mínimo deseo de detenerse, ya alcanzaba la talla exacta del hombre SOLO, y poco después lo pasó y se descubrió imponente, magnánimo, tronco firme y poderoso, ramas tales que pudieran ser fácilmente cunas de esperanzas humanas sin romperse o siquiera fracturarse y de copa majestuosa, la más verde y frondosa, respiraba y su respiración limpiaba hasta el más sucio cielo de nubes obscuras y vientos marrones, el árbol se había hecho adulto, había madurado de la mano del hombre, había entendido su propósito y lo  aceptaba gustoso, pero en el hombre tan fuerte como su propia sangre comenzó a crecer un sentimiento raro, extraño, en el pecho algo no le cabía, le asqueaba, pero era indestructible e inevitable, el hombre conoció algo que se podría entender como avaricia, se imaginaba el hombre que con el tiempo él llegaría a ser tan grande como su amigo - hermano árbol, no habría razones para dudarlo, no podría ser de otra manera.

     Los otoños seguían pasando, las hojas del árbol caían y el hombre asombrado las veía retornar con la llegada de bríos nuevos y prósperos, nada parecía poder mover al árbol - Dios, pensaba y pensaba e imaginaba como sería la vida cuando el estuviera tan grande como el árbol, se soñaba impenetrable, glorioso, imperturbable, pero en estos momentos impaciente y un tanto ansioso, no sentía por otro lado que las cosas estuvieran cambiando con él, al menos no tan evidentes como con el árbol, si tenía una espalda fuerte y ancha, un torso imponente y seguro y las piernas tan firmes con un buen par de raíces maduras, era un hombre de buena presencia, de palabra profunda y certera, voz apacible, sincera y exacta. Sin embargo y a pesar de que él conocía y perfectamente sus cualidades, insistía en cuestionarse el porqué de su lento crecimiento, no comprendía que era lo que estaba haciendo mal, que cosa faltaría a tan altas pretensiones, y el hombre SOLO nunca pudo alcanzar al árbol y al final entendió que nunca podría ser y estar a la altura de aquel compañero de vida, el paso de las cosas y su momento formó en el hombre SOLO un carácter determinante, sin treguas ni temores...

1 comentario:

  1. Bastante bueno, vale la pena esperar la segunda parte, esperemos llegue pronto, saludos :)

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