domingo, 18 de diciembre de 2011

El árbol y el hombre ... (3era y última parte)

          La muerte puede y suele ser reparadora de miedos, sufrimientos, vanidades y egocentrismos, que Dios perdone los pecados de la naturaleza incluyendo al hombre !

       Los años se hicieron pequeños, el cielo estuvo inconsolable como si un pecado imperdonable se hubiese cometido,  la tierra tembló y reclamó la pérdida, las montañas se percibieron mas tristes de lo acostumbrado, el aire limpio continuaba así pero parecía lleno de nostalgia, no hubo criatura indiferente, un silencio sepulcral duró lo que dura una eternidad pasada por infinitos pensamientos del tiempo.
     
     El hombre SOLO lloró ... No comprendía la intención de sus actos, no supo que tipo de amarga droga lo mantuvo convulso, sediento y con la ferocidad en la piel, la savia de su hermano mojaba sus pies, los inundaba y aunque fría, él sentía ese calor que acompaña en ocasiones a una culpa aceptada, las manos adoloridas, temblorosas, el pulso antes firme y exacto en estos momentos las venas aparentaban una ansiedad por salir de la piel, explotar y terminar por fin con la ansiedad de saberse contenidas, la respiración ruda y lastimosa, aunque presente era asfixiante, intensa, profunda pero parecía insuficiente, le ardía la vida, afiebrada su calma y su cordura, le impedían entenderse, comprender que después de toda la vida mal entendiendo su propósito, en este momento existía el tiempo adecuado para despejar dudas y dar cabida a una razón evidente y tan clara como la misma emoción que lo llevó a actuar de tan grave manera, pero no, su mente estaba espesa, encendida sí, pero en un ánimo desencajado, el aturdimiento duró más de lo que alcanzaba a comprender, y no fue poco tiempo en realidad.

     El hombre SOLO de repente se encontró viejo, cansado y con los años encima, no lograba recordar, a pesar de sus enormes esfuerzos, la última vez que emitió una palabra o al menos un sonido, sin embargo tenía presentes cada uno de los pensamientos que algún día su amigo-hermano el árbol le confió, la vida es extraña en su forma y mucho más en su fondo, las cosas suceden sin ser de otra manera, el tiempo es necesario e inevitable, quizás por eso el termino de necesario, es un eufemismo de aceptación o conformidad, pero sucede que el tiempo le otorgó la calma y paciencia que otrora en su vida le había faltado, tal vez las tardes que en tonos marrones, grises y amarillentos le colocaron las ideas en el sitio perfecto, o fue a lo mejor la soledad de las noches y los días que llenaban su pensamiento, sólo para vaciarlo nuevamente como una especie de tortura auto infligida, o los recuerdos de diálogos, discusiones y palabras que jamás volvió a cruzar con nadie nunca, entendió entonces que sus conceptos no estaban correctos, comprendió que su visión de la existencia simplemente obedecía a un afán bizarro de perfección, se dio cuenta, muy tarde podría decirse, que la concepción idealizada era un mal ancestral, que la comprensión de una verdad no le había sido otorgada de nacimiento, que tuvo que ser necesaria toda una vida para lograr un acercamiento, quizás muy remoto de aquella realidad, logró mal tratar su orgullo con una ferocidad de mil gladiadores, se hundió en la auto reflexión y se libró del engaño ontológico, ese que le definió la personalidad, la voz y los productos de la mente, de esa internalización rescató la fuerza que presumía en sus años buenos, aprendió a identificar sus defectos y despreciarlos, y sus virtudes anteriormente ensalzadas las colocó en su justa medida sin falsas adulaciones ni florituras innecesarias, se conoció débil, injusto, vanidoso, orgullos y sobre todo mortal.

     Lo que tanto anhelaba el hombre del árbol, esa sagacidad, la majestuosidad, la razón impenetrable de dudas, la perfección, los ideales, la corteza ahora esparcida, los frutos maduros y suficientes, todo cuanto sabía y conocía del árbol, todo le parecía demasiado, por primera vez dejó de preguntarse las cosas, dejó de tener la curiosidad aniquilante, sin saber que precisamente esta acción le otorgaba aquello que se necesita para entender, había entonces obtenido la madurez necesaria para dejar de anhelar, para dejar de cuestionar las realidades tan absolutas como indemostrables, la madurez que una vez obtenida se prende a tu ser, te invade pero sin emitir ruidos ni anunciar su presencia, se sintió SOLO y una vez más, lloró... 

     Yo me quedé pensando en aquella historia que el viejo campesino me contó, al terminar su relato había una duda que me mordía, ¿aquel árbol en el que me encontraba sentado había sido testigo de esa trágica vida? sin meditarlo demasiado inquirí a mi relator, él contestó que después de que el hombre SOLO comprendió su banal y breve pero necesaria existencia, la vida le corrió más deprisa, cada día era para él años, como si el cielo o el mismo creador quisieran añejarle el alma, el cabello se le pinto del color de la nieve, los ojos mínimos y arrugados cuyas lágrimas se volvieron recurrentes visitantes de las mejillas atolondradas y adornadas con una suave tintura de tonos rojizos, los labios cerrados y secos, el mentón un poco desencajado, el cuerpo antes fuerte y hasta envidiable se tornó en algo discreto y sus manos jamás lograron recuperar la fuerza después de la tragedia aquella que he contado, cuando los días se le habían terminado y él supo exactamente el momento, se encontraba lleno de amor, pero un amor como tantos otros, lastimoso, si pudiera haber sido posible que el arrepentimiento llegará a él, sin duda la emoción sería muy bien parecida, pero el hombre SOLO había obtenido esa sabiduría envidiada, pero ahora ya no le importaba ufanarse, ahora simplemente deseaba mantener la memoria no enviliecida, perenne como agradecimiento de su mal lograda perfección.

     El campesino me contó que las cosas inexplicables de la vida existen, que no sabía si,  hablar de milagros o acciones divinas, estuviera en su vocabulario habitual o en el mío, pero una noche sucedió que el hombre SOLO solicitó, con parsimonia, que se ejerciera justicia por él y en él, y así fue, el último aliento le sirvió para que sus piernas firmes se hicieran uno con aquella tierra, y se transformaron en un tronco igual de firme y fuerte, sus manos fueron ramales que otorgarían los frutos más dulces y también los más amargos indiscriminadamente, la última mirada como hombre fue de su propia naturaleza que ahora cambiaba, se transformaba en lo que había ansiado, y se volvió eterno, su respiración final se confundió ya, en un agitar de ramas y en un suspiro que en forma de hojas sueltas llegó hasta donde nunca se supo jamás.

 

1 comentario:

  1. Un gran final, sin duda alguna el tiempo nos llena de experiencias, algunas dulces y placenteras otras un tanto amargas y dolorosas, dejando a su paso cada una de ellas una huella imborrable de aprendizajes, es sorprendente como el dicho popular lo dicta, “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, y en las relaciones humanas parece estar estipulada como una ley, es real como la ausencia de alguien que ha formado parte de tu vida puede dejarte un vacío que difícilmente puedes llenar con algo mas, la presencia se anhela, se extraña, se recuerda y la ausencia convertida en nostalgia forma parte momentánea de tu compañía, muy probablemente aquello que perdimos fue por causa nuestra, el no aprender a marcar límites, el callar cuando es preciso hablar, el perseguir sueños compartidos que se convirtieron en un sueño individual. Tal vez por el egoísmo, tal vez por la sinceridad, o simplemente porque la rutina te envolvió entre sus brazos y se hizo celosa a la renovación y al cambio, cortando con ello las alas a la libertad.

    Tal vez mi fijación por la relación entre tu texto y la pareja sea un reflejo de mi forma de vida actual, me siento como “el hombre solo” de tu lectura, que después de haber luchado contra aquello que era parte de si, hoy mantengo un reconocimiento de lo que a su paso a dejado una lucha de pertenencia y supervivencia, creo que cause daño no se si fue mayor o menor al que recibí solo comprendo que las heridas se hicieron para ser sanadas, el como y el cuando dependerá de cada quien, yo me quedo por lo pronto con el sabor agridulce que me ha dejado el recuerdo y la experiencia.

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